miércoles, 17 de agosto de 2011

¡Que corra la sangre del pan!

Centro de Medellín: gente que pasa, gente que espera, gente que conversa o que evita la charla. Gente que come y bebe al final del día mientras siguen un partido del Nacional. En un bar, Edier Osorio apura la sangre del pan... ¡bien fría por favor!


Foto: Pexels

EDIER OSORIO SE LEVANTA PRESTO a limpiar la mesa donde se acaban de sentar un par hinchas del Atlético Nacional. Tienen la camiseta del equipo tan ajustada a sus cuerpos que más de uno pierde la concentración al verlas entrar.

Es medio tiempo y el equipo paisa va perdiendo por un tanto frente al Deportivo Cali. En el bar hay pocas mesas ocupadas, es mitad de semana y nadie vino a bailar, sólo a ver el juego. Sin embargo, se bebe ron, aguardiente y mucha cerveza.

Hoy cierran a la media noche o hasta que se vaya el último cliente. Los fines de semana se pueden ir hasta las 3:00 de la madrugada. “Es un trabajo duro, muy agotador. A mí la verdad no me gusta, pero estoy aquí mientras consigo otra cosa, hay que esperar…”, cuenta Edier. “Además uno se puede volver alcohólico. Yo trabajaba antes en otro bar y tomaba todos los días”, agrega el joven.

Los problemas con borrachos son algo cotidiano en este oficio. “La semana pasada llegó un señor ya tomado y me pidió que le cuidara un bolso. Al rato me lo reclamó y se puso muy bravo, me insultó y quería pegarme dizque porque le faltaba un billete de 50 mil pesos. Después de buscar resulta que el billete estaba todo arrugado en el fondo del bolso”, dice.


La compañía de la bebida

El piso del bar, que es bastante amplio, es de la misma baldosa decorada que ya sólo se encuentra en las casas viejas. La luz es tenue y hacia el fondo dominan las tinieblas: el lugar preferido por las parejitas no tan jóvenes. Las paredes están decoradas con discos de acetato que ya no suenan, porque el dueño del bar se encarga de programar la música en su computador.

Aquí lo que más se mueve es el ron por medias, y claro, litros de cerveza. “El pasante normal son las crispetas. Si un cliente pide una media o más, se le da una ensalada de frutas con naranja, limón, mango, coco y tomate de árbol”, dice Edier, mientras le baja a la música y le sube al segundo tiempo del partido. 

El bar está sobre la Avenida Ayacucho, en el centro de Medellín, cerca de la fila para tomar las busetas hacia Santa Elena y Rionegro. Hay un flujo constante de personas: estudiantes, secretarias, floricultores, choferes, músicos, comerciantes, jubilados, desempleados, vendedores de chucherías…

Muchos de ellos comen y beben aquí, mientras esperan o van de paso, aprovechando la oferta que abunda en la calle. Toda la cuadra tiene negocios de comida y bebida y varios puestos callejeros. Junto al bar hay una típica tienda de esquina, donde lo que más se vende un miércoles es el elixir amargo que los alemanes llaman ‘la sangre del pan’... la cerveza.

En una media hora se vendió una media docena de amargas. Un viejo conversa con una joven de uniforme colegial que a su vez toma de la mano a su compañero. En una esquina hay un joven solitario, o más bien, acompañado por dos mujeres de cuello largo. No les habla. ¿Para qué si puede bebérselas?


Mejor viejo conocido…

El licor es un viejo amigo de la humanidad. Todos los pueblos de la tierra comen y beben. También han descubierto sustancias que alteran la conciencia, las bebidas alcohólicas son una de ellas. Ya sea por el descubrimiento accidental de un proceso natural como la fermentación, o mediante un saber técnico aplicado, como es el caso de la destilación, todos los pueblos del mundo tienen bebidas para emborracharse. 
“Esta es una de las constantes universales en antropología”, explica el Antropólogo Julián Estrada Ochoa. “Tanto nosotros como los indios del amazonas se emborrachan, y comen juntos. Comida y bebida son inseparables, y están presentes en todas las relaciones humanas”, agrega.

El acto de beber se convierte en un ritual, con profundo significado. El trabajo académico y periodístico de Julián Estrada apunta en esa dirección. No se trata de beber por beber. Aunque lo que se busque sea la embriaguez que hace olvidar las penas, se está desbordando cualquier evaluación del contenido simbólico y cultural de un acto tan cotidiano y trivial en apariencia.

Quienes beben hoy al salir del trabajo, viendo el partido, conversando o mirando a la esquina del techo, están cumpliendo el interminable ritual del alcohol. Para tener un minuto de descanso después de la dura jornada, para gritar más duro los goles, para hacer más amena la charla, o para no charlar sino con la botella…
Las razones son miles pero el ritual es el mismo. El hombre es el mismo.

En la cuadra del bar hay además un local de bocados rápidos: palitos de queso, pasteles de pollo, empanadas y gaseosas. El dueño grita a cada rato para que le despejen la vitrina. También hay una licorera y un par de puestos callejeros, uno de confites y cigarrillos cuya dueña no duda en despacharse un aguardiente. El otro, todo un éxito, se ha hecho famoso en el centro por sus empañadas de fríjol con chicharrón.

A pesar de ser mitad de semana, las bebidas alcohólicas se sirven y se toman sin problema, aunque con moderación. Más tarde quizás empiecen a llegar los que están tomando enserio. En una ciudad como Medellín, al parecer no es problema beber aún cuando se tiene trabajo al otro día.

Edier Osorio es un buen mesero. Encaja en el estereotipo del barman confidente porque es muy amigable y conversador. Sin embargo, su trabajo no lo satisface del todo. Ha intentado conseguir trabajo atendiendo llamadas en un call center, atando nudos de las bolsas de mercado en Carulla y hasta empacando pollos congelados, pero hasta ahora no ha resultado nada.

Al menos tiene trabajo y lo hace bien. Tal vez necesita conversar más. Los pollos congelados son muy malos platicantes. Además puede ver el partido, que tiene a toda la cuadra pendiente del televisor. Afuera se armó un caluroso debate de nombres y posiciones. ¿Quién dijo que la gente de la calle era ignorante? Conocen mucho más de táctica futbolística de lo que cabe esperar.

Sin embargo, el resultado de hoy es malo para el Nacional. Bréynner, el ‘Cachorro’ Belalcázar, volante del Deportivo Cali, le aguó la noche a la cuadra entera con un fuerte remate de media distancia. “Al menos fue un golazo”, se consuelan. 1 - 0 perdió el verde de Medellín, pero la noche continúa: Comida y bebida no dan espera, ¡que corra la sangre del pan!


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