jueves, 10 de mayo de 2012

El vacío ansioso

La formación del hombre: el Bildungsroman de Christopher Hitchens.


UN HOMBRE QUE INFLAMA PASIONES: crítico implacable, polemizador incómodo, argumentador contundente; una pluma que ostenta un sentido natural de la lógica hace de Christopher Hinches un formidable escritor, retórico y orador, esto último al menos, hasta que un cáncer de esófago debilitara su habla y finalmente lo matara en diciembre de 2011 a los 66 años.

Nacido en Portsmouth, Inglaterra, Hitchens es definido como ensayista, crítico literario y periodista. Desde sus años de estudiante en Oxford, donde se graduó como licenciado en filosofía, política y economía, Hitchens mostró su violenta tendencia a la crítica demoledora, corrosiva, sin eufemismos y ánimos conciliadores, características que lo acompañarán para siempre.

Su carrera siempre estuvo ligada al periodismo. Apasionado lector, conocedor de la historia de las letras, filosofía y la política de su país y de Estados Unidos, hábil narrador y curioso reportero. Todas estas, cualidades que un periodista debería tener.

Sin embargo, Hitchens, más que un periodista, es un intelectual y un crítico: fue despedido de su primer trabajo como editor del Times Higher Education Supplement y admitió que odiaba el trabajo.

En un libro suyo, Amor, Pobreza y Guerra, de 2004, Hitchens muestra las cualidades de un mal periodista canónico: su lenguaje es denso y pretencioso, juzga y participa de las historias a voluntad, los temas son especializados y poco pertinentes para el ignorante en literatura romántica anglosajona, por ejemplo.

Si se pudiera hablar de Hitchens como periodista, estaría condenado al género de opinión. Esto no es una tragedia en modo alguno, la opinión puede ser tildada de subjetiva, pero aún así es más humana y para algunos, más cierta. 


El imperio de la razón

En Huxley, un mundo feliz, uno de sus ensayos en Amor, Pobreza y Guerra, Hitchens adjudica al escritor Aldous Huxley un “filósofo favorito”: el griego Pirrón, quien “defendía la superstición del juicio cualquier asunto relacionado con la verdad. Cualquier posición podría ser tan correcta como errónea”.

Pese a tal relativismo y al anti-teísmo que enorgullece a Hitchens como “uno de los cuatro jinetes del nuevo ateísmo”, se le escapa al británico una aspiración absoluta y romántica. 

En Las medallas de sus derrotas, afirma que “Como especie, parecemos tener la necesidad de algo noble y altanero. La tarea de la crítica podría definirse como el trabajo de civilizar esa necesidad: la apreciación de la decencia y el heroísmo verdaderos frente a las coacciones de las leyendas de la raza y los mitos de sangre”. Como de costumbre, Hitchens blande un doble filo: concede y condena con la misma mano.

En un obituario que le dedicó BBC Mundo, aparece una declaración de Hitchens, consumido por el mismo cáncer que mató a su padre: "A veces desearía estar sufriendo por una buena causa o arriesgar mi vida para el bien de los otros, en vez de ser simplemente un paciente en grave peligro de extinción".

En Just a pretty Face?, un artículo de Sean O'Hagan para de The Observer, Hitchens confiesa admirar al Che Guevara: “Su muerte significó mucho para mí y para muchos. Él era un modelo a seguir, aunque sea imposible para nosotros los románticos burgueses en la medida en que él hizo lo que los revolucionarios estaban destinados a hacer: luchar y morir por sus creencias.

Hitchens, dicho está, es un nombre que inflama las pasiones. Parece atrapado en una contradicción entre la lógica racional y ordenadora, de un lado, y una profunda sensibilidad estética, irracional y caótica, por otro. 

En Un hombre de contradicciones permanentes, Hitchens cita al poeta Rudyard Kipling: “Si puedes hablar con las masas y conservar tu virtud, o caminar con reyes sin perder el contacto con la gente…”

Hitchens detiene la voz de Kipling, una voz que podría ser la suya propia, antes de que sepamos qué pasaría. Tal vez él mismo no lo sabe. Los ensayos de Amor, Pobreza y Guerra no están escritos para las masas. 

Un prejuicio, de que Hitchens escribe sobre todo para satisfacerse a sí mismo, es tentador. Sin embargo es un autor que opina y lo hace con argumentos. Quiere en el fondo ilustrar y convencer. Él mismo no necesita convencerse más y su grandilocuencia es la de un iluminado.

Escribir sobre historia o sobre literatura no es lo mismo. El criterio y los argumentos que deben emplearse para evaluar y refutar una decisión política no han de ser los mismos que para evaluar una obra literaria. Los primeros primero deben ser racionales, libres de sesgos sentimentalistas. Los segundos deben ser lo contrario, pródigos en el sentimiento y la contemplación estética.

Chistopher Hitchens camina peligrosa pero ágilmente sobre el límite. En Amor habla de Churchill y Trostky con rigor histórico e investigativo, demostrando su admiración por estos grandes hombres de la historia moderna. Así mismo se acerca a ellos como lo que son, hombres que ejercieron e influyeron profundamente en la política, pero hombres, a pesar de todo.

Y el hombre no se caracteriza sólo por su racionalidad crítica. Estos hombres cubiertos por la leyenda perderían mucho bajo la lupa de la razón. El imperio de la razón y el utilitarismo pueden desembocar en la pesadilla de Huxley y Orwell, una sociedad en la cual “El ser humano puede ser diseñado y controlado, desde el útero hasta la tumba, por su propio bien”. 


“La causa” de Hitchens

El Hichens racional defiende la secularización de la política, el anti-teísmo y la anti-religiosidad. Fue socio de honor de la National Secular Society, una organización británica que aboga por la distinción entre iglesia y estado en el Reino Unido. Para ellos la religión debe ser tomada como algo privado, que no influya la esfera pública. 

En un artículo para Slate Magazine, titulado Can Israel Survive for Another 60 Years?, Hitchens afirma que los judíos, “en lugar de luchar por el sionismo deberían ayudar a secularizar y reformar sus propias sociedades”. Igual se lamenta por la “degeneración del nacionalismo palestino hacia la teocracia y tanatocracia de Hamas y la Yihad Islámica”.

La religión organizada es “la fuente del odio en el mundo: violenta, irracional, racista, tribalista e ignorante”, sentencia Hitchens. 

En su libro de 2007, titulado Dios no es bueno, Hitchens defiende la idea de que “Sobretodo necesitamos una ilustración renovada, que se base en un estudio de la humanidad, una humanidad de hombres y mujeres. Esta ilustración no necesitará personas de talento y valentía excepcional, sino de la persona promedio. El estudio de la poesía y la literatura, por sí mismas y por las eternas cuestiones éticas que abordan, puede reemplazar el estudio de los textos sagrados.”

Aquí es donde el Hitchens racional se encuentra con el Hitchens esteta. Su crítica se forjó tanto por su sentido lógico como por un apasionado estudio de la poesía y la literatura. Sin embargo, Hitchens es precavido con la unión de los opuestos. 

En Huxley y un mundo feliz, concluye: “La búsqueda del nirvana, como búsqueda de la utopía o la sociedad sin clases, es en último término fútil y peligrosa. Implica, sino necesita el sueño de la razón. No hay forma de escapar de la ansiedad y la lucha.”

Una sociedad estratificada es el reflejo de una mente estratificada. Hoy, tanto en la sociedad como en nuestra mente, prima la razón. Es por eso que Hitchens relaciona la desaparición de las clases con el sacrificio de la razón, y ¡tiene razón!

El lado oscuro de la luna

Por su parte, el Hitchens sentimental es un ávido lector, y a veces aparece en la obra un refinado talento estético, que se filtra entre algunas líneas, para quedar de nuevo aplastado bajo el yugo de un poderoso intelecto. 

Por momentos su prosa se vuelve plástica, sensible y delicada. Con profundo sentido estético critica la obra de Joyce y Byron, mostrando además un amplio conocimiento de los autores románticos. Otras veces, el Hitchens crítico se hace pesado, aburrido y racionalizador. Se olvida de la estética y emplea su lado lógico para pelear contra el arte irracional.

La gran admiración que antes expresaba por los hombres de la política, ahora se dirige a los románticos. En La desgracia de la poesía, cita al poeta inglés Lord Byron, quien pronuncia las palabras que el intelecto de Hitchens no permitiría: 

“El gran objeto de la vida es la sensación –sentir que existimos– aunque con dolor –es este ‘vacío ansioso’ que nos lleva al juego– a la batalla –al viaje– a búsquedas rigurosas pero agudamente sentidas de todo tipo, cuya primera atracción es la agitación inseparable de su cumplimiento”.

No hubo período de su vida en el que Hitchens supiera más esto que durante su enfermedad. En su columna de Vanity Fair, dice: “el hecho más paradójico de tener una enfermedad mortal es que, por un lado, gastas un montón de tiempo preparándote para morir, mientras te aferras al negocio de la sobrevivencia. Torturado eternamente por esa negociación físico-mental que trae el dilema, ¿Qué pasa si me recupero, o qué pasa si no?”

En un obituario de El País, se mencionan las memorias de Hitchens, Hitch 22, publicadas en 2010. Allí, Hitchens no puede evitar citar a un romántico más: Søren Kierkegaard, el padre del existencialismo: 

“Estamos condenados a vivir hacia adelante y revisar hacia atrás.” El obituario sentencia: “Aquella frase de Kierkegaard enseña una paradoja, y se la enseña a Hitchens: estás condenado a vivir hacia delante, pero cuando mires hacia atrás tendrás la impresión de haber hecho el trayecto en vano, pues al fin te encuentras con las mismas ruinas del principio”. 

En su vida repleta de humo y alcohol, violenta, polémica, esencialmente romántica, Hitchens se aseguró un tiquete en primera fila para reunirse con la muerte. El viaje, la búsqueda interminable que Byron grita por él, parece ser la del amor, una palabra que a duras penas aparece en Amor, Pobreza y Guerra. Al final de El inmortal, Hitchens cita al filósofo F.H. Bradley: 
“Para el amor insatisfecho el mundo es un misterio, un misterio que el amor satisfecho parece comprender”.

Hitchens replica que Bradley promete más de lo que da, y claro, para un idealista como Bradley la realidad está en la mente y no en los sentidos. Un fumador y borracho que se regocija en la distorsión de los sentidos no lograría comprender esto hasta que estar a un paso de la muerte: “La enfermedad y la victimización del cáncer trae aparejada una tentación permanente a centrarse en uno mismo e incluso a sólo confiar en la existencia de tu propia mente”, dice Hinches.

Quizás era precisamente allí, en lo más profundo y desconocido de su propia mente, donde Hitchens había olvidado ver. Es allí, “el vacío ansioso” de Byron y del romanticismo, donde se encuentra el camino de todas nuestras búsquedas, la búsqueda de la felicidad que enamoró a Hitchens de la tierra de la Ruta 66, y más allá, el camino de formación del hombre, el Bildungsroman que Hitchens profesó por el Amor, la Pobreza y la Guerra.