sábado, 30 de diciembre de 2017

Barbería La Calle: de los barrios de Apartadó al corazón de Prado

Desde hace casi cuatro años, cientos de comerciantes del sector de Los Puentes se asentaron debajo del viaducto del Metro y construyeron un auténtico mercado al aire libre donde hoy se pueden encontrar prendas de segunda, electrodomésticos, herramientas de albañilería, bicicletas, muebles y hasta barberías improvisadas.

Artículo original para la Plataforma de Comunicaciones de la Comuna 10.


EN UNO DE LOS COSTADOS de la Estación Prado hay un grupo de jóvenes, todos con la piel morena, que se arremolinan alrededor de una extensión naranja. En ella, cada uno pega un multitoma y en él conectan parlantes y máquinas de barbería. Se trata de una barbería improvisada en plena calle, donde se ofrecen servicios desde dos mil pesos (un corte rápido y parejo con la cero) hasta doce mil pesos y más, cuando la motilada viene con algún diseño tribal y pulida de la barba.

Este colectivo de barbería, como podría llamársele, fue fundado por “Yonti” y “Yosti”, dos jóvenes barberos de Apartadó, quienes han reunido junto a ellos a una importante colonia de gente joven del Úrabá. “Nosotros no somos de acá, si vemos a algún paisano en la calle, gente que conocimos allá en los barrios de Apartadó, pues intentamos ayudarle, acá le enseñamos de barbería y le dejamos ganarse sus clientes, eso sí, desde que quieran y le pongan empeño”, dicen.

La gente que viene a motilarse es bastante diversa: niños, hombres y mujeres afro, albañiles, pintores, malabaristas, lesbianas. Todo aquel que quiera un corte con máquina a la moda. “Nosotros no discriminamos, aquí viene todo tipo de gente, hasta los que uno sabe que andan en malos pasos, pero igual son gente y son clientes, nosotros miramos lo bueno, no queremos ver solo lo malo”, aseguran.

Entre cliente y cliente, Óscar Ruiz, uno de los aprendices de barbería, pone a sonar su equipo de sonido con todo tipo de música caribeña: reggae, champeta y reguetón. El ritmo fuerte invade a todo Prado y la sangre del Úrabá se prende: los barberos empiezan a bailar, a hacer coreografías improvisadas y a echarse chistes entre sí.


“Desde los 12 años yo ando en la calle”, dice Oscar. “Por aquí ya me conocen, nadie me molesta, ni la policía. Eso es lo bueno de ser trabajador. Yo trabajo todos los días, domingos y festivos. Mi descanso es la barbería, mi sueño es tener mi propio local”, confiesa mientras le arregla el corte a Felipe Castaño, un mecánico del centro que había pasado toda la mañana entre latas y aceite de motor.

“¿Cuánto le cobraste al malabarista?”, le preguntan a Óscar. “¿Otra vez trabajando por dos mil?” “No”, replica él, “Me dio cuatro mil quinientos”. Mientras discuten empiezan a caer gruesas gotas de agua. “Recojan todos que está lloviendo”. La Barbería La Calle, con aprendices de todo el Urabá, se levanta rápida como el rayo. “Ese es el único problema”, dice Oscar, “Cuando llueve no podemos trabajar y todavía me falta para conseguirme lo de la pieza”.

El centro de una ciudad es su corazón: punto de encuentro obligado para viejos y jóvenes, pobres y ricos, trabajadores y vagos. Todos ellos son la ciudad, Medellín, la blanca, la negra y la india.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Explosión Venezolana en Medellín

Desde El Poblado hasta Niquía, desde Robledo hasta Santo Domingo, los semáforos o “faros” de Medellín están siendo invadidos por una clase muy singular de inmigrantes: con franelas vinotinto y tenis a la moda, decenas de jóvenes venezolanos bailan, saltan, gritan al ritmo de la música. 

LA DIFÍCIL SITUACIÓN DE MILES DE VENEZOLANOS se ha traducido en una de las migraciones más importantes en América Latina de los últimos tiempos. Los venezolanos en Medellín ya se cuentan por centenas, quizás por millares. Algunos tienen un don especial: el baile urbano por excelencia, el B-boy.

Son auténticos acróbatas: algunos fueron tan destacados que en la era dorada del chavismo representaron a su país en importantes competencias de Break-dance en países como Francia y España. Hoy hacen shows callejeros en los semáforos y en pasajes peatonales como Carabobo y Junín, también en el Parque de Bolívar, El Parque Lleras y el Parque de Bello.

Su arte es algo diferente para ver, pues son más bien pocos los colectivos locales de danza callejera, aunque por su puesto existen los Colectivos de Parkour Aurora y un puñado más de colectivos de afrodescendientes que le ponen ritmo a la Navidad en la Avenida La Playa.

Muchos de los bailarines venezolanos radicados en Medellín viven en pensiones y hoteles del centro, donde conviven con artesanos, obreros, prostitutas y toda clase de gente humilde del centro de Medellín. A veces se juntan de a 3 o 4 y hacen presentaciones en los semáforos, y el fin de semana, se juntan más, hasta 10 bailarines, y hacen shows más complejos en sitios de alta afluencia de público.



El B-boy callejero es un trabajo duro y se gana poco en comparación a lo que gana un bailarín de espectáculo, como los que acompañan con su baile a los cantantes de reguetón. Si no les va tan mal, logran recoger quince o veinte mil pesos para casa uno después de 9 o 10 shows de baile.

Al final del día los B-boy quedan extenuados, a veces con moretones en los codos, las rodillas y la cara. Además, las manos les quedan negras por el asfalto y llenas de ampollas. Y todavía queda caminar o pedalear hasta la pensión, con un parlante pesado a cuestas, para después contar todo el dinero y repartirlo por partes iguales para cada uno de los bailarines.

La explosión de baile de Venezuela no es solo en Medellín. Hay B-boy y B-girls venezolanos (este baile no distingue géneros) en Cartagena, Santa Marta, Cali y Bogotá. Muchos otros han viajado incluso más lejos: Quito, Guayaquil, Lima, La Paz y Buenos Aires. Todo un movimiento. 


En nuestra ciudad, uno de los colectivos más sólidos es Antimotin, quienes llevan más de un año consolidando un grupo, un concepto y un show. Si quieres saber más de ellos visita su Instagram @antimotincrew

sábado, 9 de diciembre de 2017

“Producir cine es pre-producir”: RARA Colectivo Audiovisual

Medellín se está consolidando como una ciudad que quiere hacer cine, muestra de ello son los éxitos de una nueva generación de autores como Simón Mesa (“Leidy”, 2014 y “Madre”, 2017) Juan Sebastián Mesa (“Los Nadie”, 2016) Laura Mora (“Matar a Jesús”, 2018) y Catalina Arroyave (“Los días de la ballena”, inédita), entre otros.


Catalina Arroyave y David Correa de RARA Colectivo Audiovisual. Foto: MadLove.


UNO DE LOS ASPECTOS MÁS RELEVANTES para fortalecer nuestra producción cinematográfica es la pre-producción: si esto se hace bien, el equipo de trabajo se va a evitar muchos dolores de cabeza durante el rodaje, momento en el que las energías deben estar enfocadas en aspectos más técnicos y creativos.

Este fue el tema de la charla “Producir es pre-producir” a cargo de David Correa y Camilo Escobar, miembros RARA Colectivo Audiovisual y del equipo líder que trabajó junto a Catalina Arroyave en “Los días de la ballena”. Esto, en el marco de “Cortos de largo alcance LAB”, una serie de talleres y conversatorios donde estos jóvenes cineastas compartieron sus experiencias en el arte de hacer cine.


¿Qué se hace en la pre-producción de una película?

Hay muchos procesos importantes antes de empezar a rodar: ajustar las fuentes de financiación del proyecto, realizar uno o varios planes de rodaje, determinar las necesidades de cada uno de los departamentos, buscar locaciones, hacer casting y ensayos con actores, formalizar contratos y todos los aspectos legales, hacer pruebas técnicas y definir el cronograma de trabajo, etc.

David Correa y Camilo Escobar, director de fotografía y asistente de dirección de “Los días de la ballena” (respectivamente) distinguen entre una pre-producción “blanda” y otra “dura”. Y esto varía según cada departamento (producción, dirección, arte, fotografía, sonido, etc.) Veamos esto en detalle...

David Correa y Camilo Escobar.


La pre-producción blanda

Aquí es cuando se deben consolidar unas notas de dirección, las cuales describen el universo narrativo, los personajes, cómo se abordarán las puestas en escena y la estética general del filme. Estas notas servirán de punto de partida para la elaboración de propuestas estéticas por cada uno de los departamentos.

No obstante, durante la pre-blanda se deben a cerrar todas estas propuestas, las cuales se pueden venir trabajando con anterioridad. Vale la pena aclarar que la película puede llevar muchos meses o años de trabajo, pero la pre-producción propiamente dicha comienza cuando ya existe financiación para el proyecto y se puede planear con cierto grado de certeza cuándo será el rodaje, es decir, cuando la producción está a unos pocos meses de distancia.

En este momento se debe hacer el casting y consolidar un equipo de actores, además de hacer ensayos (si el director lo decide) de situaciones o escenas del guion. También pueden ser ejercicios de actuación no relacionados con la historia que se quiere contar, en especial cuando se trabaja con actores no profesionales. Este fue el caso de “Los días de la ballena”, donde los actores aportaron diversos elementos narrativos durante los ensayos, que iban enriqueciendo la idea original. Camilo Escobar resalta la importancia de conseguir también a los extras: “son muy importantes, hay que buscarlos con tiempo, no dejar eso para el final o para el rodaje, cuando ya no hay tiempo de nada”.

En el aspecto administrativo, es importante definir quienes conformarán los equipos técnicos y creativos, hacer bases de datos, contrataciones y hacer según las necesidades de cada uno de los departamentos. El manejo de la información es muy importante, pues como señala David Correa: 


“Es mejor evitar malos entendidos, no dar nada por sentado, confirmar siempre: por eso es bueno dar toda la información posible y de manera organizada, porque de lo contrario el más mínimo cambio puede generar confusiones que van creciendo como una bola de nieve”.

En la pre-blanda también hay que buscar las locaciones y esto es buscar el set donde se va a poner la cámara y los actores, pero también definir dónde se va a comer, dónde se dejan los equipos, si hay parqueaderos cerca, si hay un hospital o un CAI de policía al cual acudir en caso de necesidad. “Para eso nos fue muy útil el street view de Google Maps” dice Camilo Escobar, “pues podíamos hacer scouting, es decir, búsqueda de locaciones, desde la oficina, durante las pausas activas”.

En esta etapa además se define un guión técnico y un storyboard, los cuales pueden ser muy útiles en términos de producción, pues para un plano determinado se puede decidir, por ejemplo, que no es necesario conseguir una locación, sino que se puede falsear en otra locación más fácil de encontrar. Por otro lado, pero no menos importante, hay que construir uno o varios planes de rodaje, pues siempre hay que tener plan A, B, C y D, sino más. 

“Para eso es muy importante tener en cuenta la energía del equipo”, dice Camilo Escobar, “hay que regular los tiempos de trabajo durante cuatro o cinco semanas de rodaje, de manera que el equipo aguante el ritmo y tengan energías hasta el final”.




La pre-producción dura

Aunque seguro quedan faltando cosas por mencionar sobre la pre-blanda, es hora de pasar a la pre-dura. Aquí ya hay que empezar a definir asuntos logísticos como el transporte del equipo de trabajo y la alimentación. Eso puede parecer distante de los aspectos creativos del cine, pero es determinante para que el trabajo creativo en sí tenga la atención que se merece.

“Para ‘Los días de la ballena’ nosotros diseñamos unas rutas de transporte: a todo el equipo lo recogían en la casa, como si fuera un colegio”, dice David Correa. “En cuanto a la alimentación”, continúa “hay que tener en cuenta que hay vegetarianos, o gente sensible con ciertos alimentos, entonces hay que buscar opciones para ellos, para que no se vayan a buscar comida durante el rodaje, lo cual nos haría perder tiempo y dinero”.

En la pre-dura también se deben hacer pruebas técnicas con la cámara, la óptica elegida y las luces. También con los actores, cada uno de los vestuarios que van a usar y el maquillaje que necesitan. “Nosotros incluso cronometramos el tiempo que se demoraban los personajes en ser maquillados, de forma que pudiéramos planear mejor el rodaje”, cuenta David Correa.

Aquí también se hacen avanzadas de arte y fotografía, sobretodo cuando la locación se debe preparar antes del rodaje. Se hace construcción de sets, utilería y vestuario. Además se hacen todas las compras que sean necesarias. También se elaboran materiales previos.


“Por ejemplo si un personaje ve una fotografía de su familia, hay que tomar esas fotos desde antes, o si mira un televisor, hay que pensar qué es lo que va a ver, así sea algo aparentemente casual y producirlo si es necesario, pues esos detalles se convierten en elementos narrativos importantes”, dice David Correa.

“Otro punto es lo que nosotros llamamos ‘seteos de locación’, es decir, pensar con anterioridad qué es lo que queremos en cada locación” dice Camilo Escobar. “Hay que preparar la marcación de los actores, ensayar los movimientos de cámara (puede ser hasta con el celular) y planear dónde va a estar la base de producción, donde se van a hacer cada uno de los departamentos, dónde están los baños, los parqueaderos, las rutas de acceso, y algo muy importante: preparar a la comunidad vecina". 


"Es algo muy sencillo, dice Escobar, si uno se parcerea a la comunidad, pues no se van a sorprender cuando lleguemos con un camión lleno de equipos y un montón de técnicos y actores, sino que se van a convertir en aliados, casi que en otros asistentes de producción, que nos pueden colaborar con muchas cosas, hasta siendo extras”.

Ahora sí, a rodar

Si se hace una buena pre-producción, el camino está allanado para hacer una buena película. Además, “si cada departamento es juicioso en la pre-producción, van a hacer respetar su trabajo y van a tener criterios para tomar las decisiones correctas durante el rodaje”, concluye David Correa.

Para hacer cine hay que tener agallas, ser arriesgado, pero también ser inteligente y planear. Como dice la sabiduría popular: lo que se planea, no se improvisa. Medellín está en camino a construir una industria del cine, lo que nos ayudará a madurar como sociedad y nos permitirá contar nuestras historias. Por ahora, esperamos a que se estrene “Los días de la ballena” de Catalina Arroyave y RARA Colectivo Audiovisual, a quienes puedes seguir en su cuenta de Facebook:


¡Muchos éxitos para el cine local!

miércoles, 6 de diciembre de 2017

“Antropía”: una película del centro de Medellín

La "Antropía" es un concepto derivado de los términos "antropo" (hombre, ser humano) y "entropía", una magnitud física que, podría decirse, mide el grado de organización de un sistema.

Cristian Martínez, actor de "Antropía".

"ANTROPÍA", IDEA ORIGINAL y GUION de Jorge Leal, es un cortometraje de ocho minutos que cuenta la historia de Samuel, un chico que vive en el centro de Medellín y lucha por superar el trauma de ver a su padre en silla de ruedas después de ser herido en un atraco callejero.

El protagonista de esta historia se verá confrontado por escenas y personajes del centro de Medellín, donde será testigo de problemáticas como el robo, la prostitución, el microtráfico y la mendicidad, entre otras. Esto será demasiado para Samuel, quien se siente amenazado a cada segundo que pasa en las calles del centro. Su padre, de otro lado, buscará enseñarle la otra cara de la moneda: del caos del centro también puede surgir amistad, fraternidad, aprendizaje.

Juan David Alzate, actor de "Antropía".

Hallar y apreciar el orden que existe o que puede surgir del caos es uno de los mensajes principales del guion de “Antropía” escrito por Jorge Leal en el Semillero de Guion y Técnica Cinematográfica. Este semillero hace parte de "Cine a la cuadra", un programa de formación en narrativas audiovisuales y actuación de la Corporación Escuela De Cine Gonzalo Mejía, que cuenta con el apoyo de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín.

“La idea es brindar opciones de formación y profesionalización en artes dramáticas y cinematográficas para niños, jóvenes y adultos de la Comuna 10 de Medellín, el centro de la ciudad”, explica María Teresa Llano, coordinadora de Cine a la Cuadra.

Fabián Parra, actor de "Antropía".

Esta historia sobre el centro de Medellín no podría haberse contado sin el trabajo comprometido del guionista Jorge Leal, el director Agustín Patiño, los actores Juan David Alzate, Iván Álvarez, Fabián Arbey Parra, Hugo Cajiao, Sandra Agudelo, Isabella Orozco, Cristian Martínez, Mariana Vásquez, Luis Villa, Manuela Restrepo, Ormolgud González, Paola Martínez, Lin Qiao, Juan José Vélez y Cristian López. De los encargados de producción Margareth Castro y Juan Carlos Muñoz (además claro, de María Teresa Llano de la Escuela de Cine Gonzalo Mejía); De los de arte Jimena Restrepo, María Carolina Correa, Laura María Mejía; De los de fotografía Andrés Castaño, María del Pilar Galvez, Manuel Cadavid, Álvaro Restrepo, Carlos Velásquez; De los de sonido César Araque, Jhon Romell Rojas, Paula Gómez, y por su puesto de los tutores de la Escuela de Cine Gonzalo Mejía Diego Restrepo Urquijo, Eddie Orrego y Juliana Amarilla.

Aquí puedes ver "Antropía", la primera experiencia audiovisual de la mayoría de integrantes de este equipo joven, que seguirá escribiendo, rodando y soñando en audiovisual.




viernes, 1 de diciembre de 2017

Dos exposiciones de fotografía documental en el centro de Medellín

Durante noviembre y principios de diciembre de 2017 se pudieron visitar dos exposiciones de fotografía documental en el centro de Medellín: “Enterrados en carbón” de Nicolò Filippo Rosso y “Al sol y al viento” de Natalia Botero. Ambas muestras en pleno corazón de la ciudad: el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, en la Plazuela de San Ignacio.


Fotografía de “Al sol y al viento” por Natalia Botero.

"ENTERRADOS EN CARBÓN" está compuesto por imágenes en blanco y negro de la gente Wayuu en la Guajira colombiana. Nicolò Filippo Rosso, un italiano radicado en Bogotá, ha explorado y documentado con su cámara el modo de vida de varias comunidades indígenas de nuestro país, su relación con su territorio ancestral y las dificultades que enfrentan cuando, por ejemplo, grandes proyectos energéticos amenazan su modo de vida.

"Al sol y al viento", por su parte, está constituido por imágenes a todo color de la Colombia rural: el Chocó, Urabá, Antioquia, el Eje Cafetero, el Altiplano, zonas especialmente golpeadas por el conflicto armado y flagelos como la desaparición forzada, uno de los temas de estudio de Natalia Botero Oliver. La búsqueda de la fotógrafa antioqueña se centra en la ropa colgada, secándose al viento, como elemento narrativo y simbólico que da cuenta de las personas a quienes visten.

Esta serie fotográfica está impresa en tela y colgada en varios tendederos al interior del Paraninfo de la Universidad de Antioquia, haciendo eco del protagonista de la serie: la ropa que se cuelga como una bandera, como un símbolo de pertenencia, de resistencia frente al conflicto armado.

La plataforma de comunicaciones de la comuna 10 de Medellín conversó con los fotógrafos Nicolò Filippo Rosso y Natalia Botero sobre sus proyectos y esto fue lo que nos contaron:


“Enterrados en carbón”

Las imágenes de este proyecto fotográfico fueron capturadas entre 2015 y 2016, en un proceso de inmersión donde Nicolò Filippo Rosso ha pasado varias temporadas viviendo con los Wayuu, haciendo amigos en las rancherías y ayudando a las comunidades a gestionar servicios de asistencia médica. 




“En la Guajira está pasando algo muy grave y pocos medios de comunicación lo están cubriendo. Se trata de una crisis humanitaria, un asunto urgente. Pero al mismo tiempo es una situación muy compleja: los indígenas, las empresas energéticas, el gobierno regional y nacional, es decir, entenderlo todo y poder narrarlo es muy difícil y se necesita tiempo. Por ejemplo, cuando empecé a tomar fotos tuve un gran dilema: muchas de las imágenes eran muy fuertes y a veces me decía: esta persona que retraté está muy enferma, se puede morir en cualquier momento. Afortunadamente conocí a personas de la Fundación FUCAI, quienes me han ayudado en los casos más urgentes y gracias a ellos varias personas enfermas han sido hospitalizadas y han tenido asistencia médica”, relata el fotógrafo.

Las imágenes de “Enterrados en carbón” han sido expuestas en Medellín, Bogotá y varias ciudades italianas: Palermo, Milán, Torino. También han sido publicadas por el Washington Post y medios digitales como Politico.


“Al sol y al viento”

Natalia Botero, fotógrafa y docente de la Universidad de Antioquia, tiene una amplia trayectoria en fotografía periodística y documental. Su lente ha registrado importantes momentos en la historia del conflicto en Colombia. Uno de sus temas de interés es la reconstrucción de la historia familiar de los desaparecidos, un tema bastante complejo pues involucra una “no-presencia”, un sufrimiento, una búsqueda, una familia, un proceso legal, unas políticas de estado, el conflicto mismo. 





La “no-presencia”, también se evidencia en su serie “Al sol y al viento”. Estas imágenes muestran la ropa tendida en la Colombia rural. “La ropa ratifica una presencia, dignifica el trabajo, narra historias íntimas, familiares, comunitarias. Si no hay ropa, no hay gente, no hay vida”, dice la fotógrafa, quien al final de la muestra deja unas recomendaciones para lavar la ropa, o también podría decirse, para lavar el alma: “abre tu corazón cada día, seca al viento tus tristezas, limpia a diario tu espíritu, comparte el dolor para soliviar las cargas”.

A modo de conclusión, invito a todos los habitantes de Medellín a visitar exposiciones fotográficas. Vale la pena, pues la fotografía es una herramienta narrativa y de memoria con gran poder, nos sirve para recordar, para fijar una imagen en el tiempo, para compartir historias. A través de una foto podemos viajar en el tiempo y el espacio, visitar tiempos remotos y lugares que nunca hemos pisado.