viernes, 14 de noviembre de 2014

La semilla que cayó en tierra buena

Editorial del Periódico La Memoria #8, Santa Elena, noviembre de 2014.

Amparo Atehortúa siempre ha vivido en la vereda El Plan. Creció junto a la huerta de Rancho Viejo, observando el desarrollo de las hojas cortantes del maíz. Hoy, en su octava década de vida, sigue cultivando Pensamientos, cuidando cada flor como si fuera un hijo suyo.
(Lee la historia de Amparo en la portada y páginas centrales de La Memoria #4).

A Zohe Jurado la trajeron en brazos a Santa Elena, a vivir en una casa campesina con vacas y cientos de materas de flores. Todavía hoy, con más de ochenta años, ordeña todos los días a Muñeca, su vaquita, para obtener leche, quesito y mantequilla. (Lee la historia de Zohe en las páginas centrales de La Memoria #6).

Los hermanos Ríos Ríos de El Llano crecieron en un terreno fértil. Su dedicación y trabajo en equipo hacen que hoy en día obtengan maíz, fríjol, tomates, gran variedad de flores, leche y carne del ganado. (Lee la historia de los hermanos Ríos Ríos en las páginas centrales de La Memoria #7).

Otilia Mazo llegó desde Cocorná a la ladera Norte del altiplano de Santa Elena hace más de una década. En Flores de Oriente cuida innumerables plantas exóticas y ornamentales. Junto a ella, los campesinos del sector siembran café, maíz, arveja y cebolla en rama. (Lee la historia de Otilia en la página 5 de esta edición, que puedes encontrar abajo).

Son sólo cuatro ejemplos de la vocación campesina en el territorio Santaelenita. Todas estas mujeres y hombres empezaron a trabajar la tierra desde muy jóvenes, y aprendieron de sus familiares a hacerlo, pues solo así era posible mantener familias numerosas donde cada hijo “venía con la arepa debajo del brazo”.

La vocación campesina aparece en la infancia y nunca desaparece: los niños del campo que se criaron en las heras, en su vejez podrían hacer germinar una semilla hasta un tarrito lleno de tierra, en un balcón de un barrio de Medellín.

Esto nos da por lo menos dos lecciones: primero, poco estamos haciendo para que las vocaciones campesinas, rurales y agro-productivas se mantengan y prosperen en nuestro territorio: cada vez menos niños y jóvenes tienen contacto con esta clase de economía.

Segundo, la vocación se empieza a definir desde la primerísima infancia, y por eso es importante identificar los talentos de los niños y cultivarlos -como a una planta- desde siempre.

¡Que nuestros niños sean como la semilla que cayó en tierra buena y dio fruto! (San Mateo 13:3-9)



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