lunes, 14 de julio de 2014

Una cultura de todos los días

Editorial del Periódico La Memoria #4, Santa Elena, julio de 2014.

Por miles de años, los hombres hemos buscado formas de ir de Este a Oeste, y de regreso, a través de las montañas antioqueñas. Santa Elena siempre ha sido la tierra de paso entre dos valles, un alto en el camino entre el cañón del Aburrá y el altiplano de San Nicolás.

Desde el Camino de la Cuesta, que una pujante civilización indígena heredó a los silleteros, hasta el actual Metro Cable y el proyecto túnel de Oriente, hay una larga historia de caminos, viajes, conflictos, y cambios culturales que hacen de Santa Elena una tierra efervescente y siempre en transformación.

Aunque la cultura se hereda de “los viejos antiguos” -como llaman los campesinos a sus antepasados- y es patrimonio de un pueblo a través de su historia, hay que aceptar que nunca está terminada, pues hay intercambio con otros pueblos e innovación.

Pero hoy, una sociedad ávida de consumo y velocidad acentúa los cambios acelerados en Santa Elena, creando un panorama de incertidumbre cultural y de apertura a todos y a todo, como si se tratara de un puerto comercial a la orilla del mar.

La fascinación por lo ajeno y el afán de enterrar la guerra, hacen que hoy nos enfrentemos a una gran confusión cultural: exaltamos a los silleteros -un solo día- como nuestra “tradición y orgullo”, pero la cultura campesina que les dio origen desaparece en el olvido.

“Defendemos el medio ambiente”, pero desconocemos los ciclos naturales de la vida, escondiendo detrás de una máscara verde la destrucción del agua y biodiversidad silvestre. Todo a cambio de un efímero progreso económico o un falso desarrollo.

Medellín, una ciudad rodeada por montañas húmedas, biodiversas y fértiles, debería ser consciente de sí misma y desarrollar una auténtica cultura de la innovación y el emprendimiento en armonía con el territorio y sus habitantes.

¡Se acerca la Feria de las Flores! celebremos la riqueza de estas montañas y el ingenio de sus campesinos; Santa Elena es una tierra de paso, pero el respeto por el agua, la biodiversidad y la dignidad del campo, se deben cultivar todos los días.



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